La afectación por hongo no solamente se queda en la superficie de la piel. Dependiendo del tipo de hongo que contagie a la persona, puede o no propagarse a otros órganos. Si es el caso, produce un daño mayor que en algunas oportunidades es de pronóstico reservado. Es cuando hablamos de micosis profundas que se evidencia tanto en lo externo como a lo interno del organismo y en cualquier parte de este. En este artículo se aporta información detallada de este tipo de micosis.
Definición
Las micosis profundas son todas las afecciones micóticas, cuyos agentes causantes son capaces de propagarse por vía linfohemática, en algún instante de su desarrollo; fomentando el ataque simultáneo de diversos órganos o tejidos, con grave peligro para la existencia del enfermo.
La característica biológica frecuente más significativa, que muestran los hongos responsables de micosis profundas, es su dimorfismo, o sea, coexisten en la naturaleza en etapa miceliana (mohos) y se convierten a la etapa levaduriforme a lo largo de su periodo parasitario.
La micosis profundas o sistémicas, son patologías habituales en países subdesarrollados y desarrollados con zonas donde las condiciones medioambientales posibilitan el crecimiento de los hongos que las generan. Estas patologías son principalmente comunes en toda América y ciertas áreas de África.
Su presencia no es muy elevada cotejándola con las afecciones bacterianas, virales o parasitarias, pero de manera similar a ellas; su expansión puede ser favorecida por viajes entre países y migrantes.
Tipos de micosis profundas
Dentro de las micosis profundas se señalan la histoplasmosis, blastomicosis, coccidioidomicosis y paracoccidioidomicosis, las cuales son consideradas como enfermedades importadas, de las cuales se presentan sus aspectos clínicos y de tratamiento, tanto en niños como en adultos.
Histoplasmosis
Esta enfermedad está producida por el hongo dimórfico Histoplasma capsulatum, que se desarrolla como un moho en la naturaleza o en agar de Sabouraud (medio de cultivo) a temperatura medioambiental, y en los tejidos del ser humano como levadura. Las hifas (componentes de los hongos), poseen dos tipos de esporas: grandes y pequeñas, que facilitan su reconocimiento. Igualmente, pueden ser descritas a través de la hibridación del ácido nucleico.
El hongo H. capsulatum se desarrolla por gemación (reproducción asexual) como una diminuta levadura en los tejidos, y en agar (cultivo de laboratorio) mejorado con glucosa, cisteína y sangre a 37 °C. A. Es curioso que el hongo, pese a su nombre, no posee cápsula.
Epidemiología
Este hongo es muy habitual en varios lugares del mundo. En EE.UU. surge en zonas del centro, sureste y Atlántico medio, haciendo el trayecto de los ríos Ohio y Misisipí, áreas donde las condiciones medioambientales posibilitan su evolución.
H. capsulatum presenta predilección por los suelos húmedos, donde prevalecen la madera podrida, excrementos de ciertas aves (palomas y gallinas), y murciélagos. Por ello, esta micosis cutánea figura con cierta periodicidad en individuos que manipulan y se exponen al polvo que se levanta al asear el suelo de corrales y gallineros, revolver la tierra, o bien al ejercitar la exploración de cuevas.
La histoplasmosis no se transfiere de persona a persona. El periodo de incubación es de una a tres semanas desde el instante de la exposición.
Patogenia y anatomía patológica de la micosis profundas
Las reducidas esporas o microconidias de H. capsulatum alcanzan los alveolos luego de ser inhaladas y allí se transforman en formas con la propiedad de gemación. Al paso del tiempo se genera una enérgica respuesta granulomatosa que puede ir continuada con calcificación, similar a la tuberculosis.
En ciertos enfermos la histoplasmosis se transforma en una infección gradual y potencialmente letal. La patología se evidencia como una neumonía fibrosocavitaria crónica o bien como una contaminación dispersada.
En los dos casos no existe historia de histoplasmosis pulmonar inicial aguda. La forma pulmonar crónica prevalece en hombres mayores de 40 años de edad, fumadores en la mayoría de los casos. En niños pequeños y pacientes con el sistema inmunológico quebrantado, como en enfermos de sida, se evidencia con habitualmente formas evolutivas agudas y aceleradamente mortales de la enfermedad.
Revelaciones clínicas
La exploración clínica pone en evidencia un marcado polimorfismo, desde formas completamente sin síntomas de la micosis profundas hasta las crónicas o mortales, pasando por las que transcurren como un cuadro de gripe superficial. Hay tres modalidades de histoplasmosis: infección pulmonar aguda, histoplasmosis pulmonar crónica e histoplasmosis diseminada progresiva.
La mayor parte de las infecciones agudas son leves o cursan sin síntomas y se mantienen sin diagnosticar. Los síntomas habituales son fiebre, dolor de cabeza, dolor torácico y disnea, tos, malestar y el descubrimiento radiográfico de adenopatías hiliares con o sin una o varias zonas de neumonitis. En algunas epidemias se han hallado eritema nudoso, multiforme y artritis.
La forma pulmonar crónica de la histoplasmosis es una afección oportunista similar clínicamente a la tuberculosis en pacientes adultos, y muy extraña en niños.
Se particulariza por un inicio progresivo de semanas o meses de micosis profundas, puede ser la tos con expectoración hemoptoica cada vez más copiosa, reducción de peso y, ocasionalmente, fiebre y sudoración nocturnos. La muerte ocurre transcurridos varios meses o años, debido a cor pulmonale, neumonía bacteriana o por la propia histoplasmosis.
La forma propagada de la histoplasmosis puede ser aguda, subaguda o crónica y es posible que se confunda con tuberculosis miliar. Incide habitualmente en lactantes y personas con el sistema inmunológico afectado; se desarrolla con hepatoesplenomegalia, adenopatías, diarrea, delgadez, ictericia, fiebre, anemia, leucopenia y trombopenia.
Diagnóstico de la micosis profundas
El diagnóstico de la micosis profundas, suele ser acertado y se efectúa a través del cultivo del elemento causante. En la histoplasmosis pulmonar crónica, la vía más expedita es a través del cultivo del esputo. Para la histoplasmosis diseminada se utiliza el hemocultivo y cultivos de médula ósea, lesiones cutáneas, muestras de hígado y líquido de lavado broncoalveolar.
Tratamiento
Los cuadros de histoplasmosis pulmonar aguda no requieren de tratamiento. Los enfermos con fibrosis mediastínica pueden evolucionar con la cirugía, pero no presentan pronóstico alentador. A los pacientes con histoplasmosis pulmonar fibrosonodular crónica se les debe aplicar quimioterapia.
En casos de pacientes con formas severas de la patología, con alteraciones del sistema inmunológico o con quebrantos del sistema nervioso central, bien sea adultos o niños, el medicamento recomendado es la anfotericina B por vía intravenosa en infusión lenta por varias horas, en dosis de 0,6 mg por kg de peso una vez al día.
Este medicamento debe suplantarse por itraconazol al paciente mejorar, a dosis de 200 mg dos veces diarias.
En pacientes con el sistema inmunológico en buen estado se puede comenzar la terapia con itraconazol en dosis de 200 mg, dos veces diarias por 6 a 12 meses. Igualmente, puede suministrarse ketoconazol en dosis de 400 a 800 mg una vez por día en pacientes sin afección de los sistemas inmunológico y nervioso central.
Blastomicosis
Es una micosis causada por el hongo dimórfico Blastomyces dermatitidis, que se desarrolla a temperatura ambiente como un moho blanco o tostado, en tanto que dentro del huésped o a temperatura de 37 °C acoge forma de células levaduriformes semicirculares y con gemación. Su reconocimiento se efectúa por su dimorfismo, su apariencia, por las diminutas esporas conducidas por las hifas del moho o por los efectos de la hibridación del ácido nucleico.
Epidemiología, patogenia y anatomía patológica
Esta patología es extraña e impacta a ciertas áreas y grupos de edad. Se ve especialmente en el sureste y centro de los EE.UU., Canadá, África, Centroamérica y pocas veces en Suramérica. La mayor incidencia se halla en pacientes de 20 a 69 años, y la relación varón-mujer es de 10:1. La etapa de incubación es cerca de 30 a 40 días.
Esta infección se contagia al aspirar el hongo desde el suelo donde haya desechos de aves o de otros animales, de vegetación en descomposición o de la madera descompuesta. No se contagia de persona a persona.
La primoinfección pulmonar puede sanarse de manera espontánea o convertirse en crónica; eventualidad ésta donde puede evidenciarse incursión en otras áreas del pulmón, creación de cavidades o surgimiento de lesiones endobronquiales.
La afectación habitualmente se expande hacia la piel por vía hematógena, tejido subcutáneo, próstata, huesos, epidídimo y mucosas de las fosas nasales, boca o garganta. Es poco frecuente que la infección se traslade al cerebro, hígado, meninges, ganglios linfáticos y bazo.
Manifestaciones clínicas
La blastomicosis comienza como una afectación en los pulmones o extrapulmonar. Se han descrito tres formas de infección pulmonar: asintomática, neumonía aguda y neumonía crónica.
La blastomicosis pulmonar se presenta de forma de neumonía que se cura de forma espontánea. Los signos frecuentes son tos con expectoración, quebrantos y hemoptisis, mialgias y malestar general que suelen desaparecer al cabo de un mes. Los infiltrados pulmonares, así como los derrames pleurales que pueden aparecer, se resuelven lentamente conforme B. dermatitidis desaparece del esputo.
En buena parte de los casos la blastomicosis empieza de manera insidiosa y continúa un curso gradual crónico. Surgen fiebre, reducción de peso, tos, lesiones cutáneas y dolor torácico inespecífico. En dos tercios de los casos se evidencia signos radiográficos irregulares, con uno o más infiltrados neumónicos o nodulares.
La patología fuera de los pulmones o propagada se revela con afecciones epidérmicas que prevalecen en las zonas expuestas, y acrecientan de tamaño por semanas, pasando de reducidas pápulas a afecciones verrugosas, con costras o ulceraciones bien definidas.
Se pueden hallar contusiones osteolíticas en la mayor parte de los huesos, principalmente los planos del cráneo, vértebras y costillas, que se revelan como tumores fríos o fístulas. La diseminación a una articulación adyacente puede causar hinchazón en ésta. Las afecciones de la próstata y el epidídimo se asemejan clínicamente a las que se registran cuando se padece tuberculosis.
En ciertos pacientes hay infección del sistema nervioso central que se distingue por el surgimiento de tumores intracraneales o meningitis, así como blastomicosis laríngea que se evidencia como una masa, después de la contaminación inicial del sistema respiratorio superior. El diagnóstico diferencial debe efectuarse con la tuberculosis, sarcoidosis y cáncer.
Diagnóstico
Se efectúa evidenciando la existencia del hongo en cultivos de esputo, pus, orina o líquido cefaloraquídeo. En algunas oportunidades puede ejecutarse a través de la captación del microorganismo en una muestra reciente o en corte histopatológico, si bien para ello se necesita cierta práctica. La prueba serológica más eficiente es la inmunoabsorción enzimática, y las pruebas epidérmicas son poco confiables.
Tratamiento
El medicamento más recomendado es la anfotericina B en porciones de 0,6 mg por kg de peso, y una toma diaria, por vía intravenosa en casos de enfermos con afecciones severas, ágilmente graduales o que producen meningitis.
Si hay lesiones epidérmicas y pulmonares no cavitarias deben atenderse por 8 a 10 semanas en porciones totales de 2 g en adultos. Las afecciones pulmonares cavitarias o las que se propagan fuera del pulmón deben tratarse por 10 a 12 semanas con porciones de 2,5 g o mayores.
En enfermos con blastomicosis sin dolor, no meníngea y de severidad leve o moderada la terapia debe efectuarse con itraconazol en dosis de 200 mg dos veces diarias, consumidos con alimento. Igualmente, es eficiente el ketoconazol a porciones de 400 a 800 mg diarias. Los dos medicamentos se usan por 6 a 12 meses.
Coccidioidomicosis
Esta micosis, igualmente conocida bajo los nombres de fiebre del valle de San Joaquín, reumatismo del desierto y granuloma coccidioide; está genberada por Coccidioides immitis. Se manifiesta de dos maneras: como un moho velloso de coloración blanquecina en la mayor parte de los medios de cultivo, y en forma de pequeñas esferas sin gemación en los tejidos del huésped o en determinadas situaciones especiales.
Este microorganismo se multiplica en los tejidos del huésped creando diminutas endosporas dentro de las esférulas adultas. Al rasgarse, las endósporas que quedan liberadas agrandan su tamaño, forman pequeñas esferas y se repite el ciclo. El hongo se determina por su apariencia y por crear esporas con figura de tonel de pared gruesa, llamadas artrosporas, en las hifas del moho.
Epidemiología, patogenia y anatomía patológica
Este microorganismo es un saprofito del suelo de determinadas áreas desiertas de toda América. En los EE.UU. se halla frecuentemente en California, Arizona, y Texas.
La infección se genera al aspirar las artrosporas del suelo conducidas por el aire. Esta primera infección pulmonar solamente ocasiona síntomas en un 40 % de los casos, y oscila entre los de una enfermedad similar a la gripe hasta los de una neumonía severa. No hay transmisión entre personas, y la infección congénita únicamente se produce en casos de excepción.
Los cuadros de infección ligera y sanación natural llaman la atención por haber impactado a numerosas personas de manera simultánea, o por haber inducido respuesta de hipersensibilidad como urticaria, eritema nudoso, eritema multiforme, eritema tóxico, artralgias, artritis y/o conjuntivitis.
Pueden evidenciarse numerosos casos en áreas definidas después de 10 a 14 días luego de la exposición al polvo en una zona endémica, en tanto que se investigan minerales, toman parte de maniobras militares o laboran en la construcción. Los tornados pueden llevar las esporas a lugares cercanos no endémicos y ocasionar cierta cantidad de casos determinados de la enfermedad.
El desarrollo usual de la neumonía inicial producida por C. immitis es hacia la sanación total; sin embargo, las áreas de neumonitis generan imágenes en las radiografías en figura de moneda llamadas ciccidioidomas. En ocasiones, quedan como consecuencias, concavidades de paredes delgadas y puede haber derrame pleural. No obstante, la sanación natural de esta forma es común.
Una dificultad habitual es la propagación extrapulmonar y de los ganglios hiliares. Sucede con más periodicidad en individuos de raza negra, filipinos, primitivos norteamericanos, mejicanos, mujeres embarazadas y pacientes afectados del sistema inmunológico.
Esta micosis genera una respuesta granulomatosa crónica en las estructuras del huésped, que cursa habitualmente con necrosis caseosa (muerte de las células). Las afecciones pulmonares y de los ganglios hiliares pueden calcificarse. La infección provoca la creación de anticuerpos IgM e IgG, pero ninguno de ellos ejercita un papel protector.
La suma de anticuerpos IgG-específicos vale para calcular, con cierto acercamiento, la carga del antígeno, o sea, la severidad de la infección, y un título alto de anticuerpos, es señal de pronóstico reservado.
Manifestaciones clínicas
La infección acoge tres maneras: una infección inicial, benigna y que sana naturalmente; lesiones pulmonares excedentes, y la forma propagada, extraña y en ocasiones letal. Esta patología es más ligera en los infantes, si bien la presencia de las dificultades es como en los mayores. Se ha registrado el traspaso de la contaminación de la madre al feto, y de la madre al neonato.
La sintomatología de la infección inicial pulmonar, surge después de un periodo de incubación de una a cuatro semanas, con un promedio de 10 a 16 días y radican en fiebre, dolor torácico, malestar, tos, y, en ocasiones, reacciones de hipersensibilidad. En las placas de tórax pueden evidenciarse infiltrados, adenopatías hiliares y derrame pleural, y puede haber leve eosinofilia en sangre periférica.
El alivio empieza de manera natural tras varios días hasta dos semanas de iniciada la enfermedad, y habitualmente finaliza con una sanación total. Las afecciones pulmonares secundarias radican en cavidades de pared delgada y sus síntomas son tos y hemoptisis en el 50% de los casos. En el resto de los enfermos no suele haber síntomas.
En cuadros de afección pulmonar crónica gradual se presenta tos, expectoración, fiebre y reducción de peso. La forma propagada es parecida a la tuberculosis y surge en la primoinfección. En ocasiones hay reactivaciones acompañadas de diseminación años más tarde, especialmente si se agrega una enfermedad de Hodgkin, linfoma no Hodgkin, trasplante renal, sida u otra inmunodepresión.
En episodios de coccidioidomicosis pulmonar inicial debe presumirse propagación si surge malestar, adenopatías hiliares, fiebre, aumento de la velocidad de eritrosedimentación y títulos elevados de fijación del complemento.
Con el transcurrir del tiempo, surgen afecciones en piel, tejido subcutáneo, huesos, vísceras, meninges y articulaciones. La meningitis puede ser igualmente la seña primaria de esta micosis en su forma esparcida.
Las afecciones epidérmicas son insidiosas y maculopapulosas; los tejidos blandos y las contusiones óseas presentan pus y pueden dar paso a fístulas. Sin atención la coccidioidomicosis desmejora hasta ocasionar la expiración en un periodo de semanas o años.
Diagnóstico
Se efectúa a través de cultivos y preparados en fresco, de esputo, orina y pus, para la identificación de C. immitis. Igualmente, son ventajosas las biopsias donde se puede explorar la existencia de esférulas más diminutas, que deberán distinguirse de las formas sin gemación de Blastomyces y Cryptococcus, si bien la forma de las esférulas adultas presentan valor diagnóstico.
Las muestras serológicas son de gran utilidad, principalmente la aglutinación al látex y las pruebas de difusión en gel de agar. La prueba de fijación del complemento se utiliza principalmente para analizar el líquido cefalorraquídeo (LCR) y las condiciones de seroconversión.
Las pruebas epidérmicas pueden ser de utilidad en los análisis epidemiológicos, como por ejemplo para definir un área endémica, pero su provecho como prueba diagnóstica es restringida, por la periodicidad de resultados negativos que se ven en las formas propagada y de cavidades de pared delgada de esta patología.
Tratamiento para la micosis profundas
Las formas pulmonares iniciales habitualmente desaparecen naturalmente. Sin embargo, en ocasiones pueden estar prescritos anfotericina B o itraconazol a objeto de abortar la forma diseminada o el traspaso a una forma pulmonar crónica de la patología, caso de la micosis profundas.
En episodios de infección severa o en la forma diseminada ágilmente gradual está prescrita la anfotericina B en dosis de 0,5 a 0,7 mg por kg de peso diariamente, vía intravenosa. Después de la mejoría, a los 2 o 3 meses, se suministra ketoconazol (400 mg al día), itraconazol (200 mg dos veces al día) o fluconazol (400-600 mg al día). Estos fármacos se suministran por vía oral y se conservan por años.
Los pacientes con meningitis producto de Coccidioides se atienden primero con fluconazol (400 a 800 mg al día), en combinación o no con anfotericina B por vía intratecal. En las afecciones óseas puede ser preciso el desbridamiento quirúrgico o desagüe de los abscesos, así como extracción o desbridamiento de las lesiones pulmonares crónicas graduales si éstas están cercadas en un solo lóbulo pulmonar.
Paracoccidioidomicosis
Esta micosis, igualmente conocida bajo los calificativos de granuloma paracoccidioide, enfermedad de Lutz y blastomicosis Suramericana, está originada por Paracoccidioides brasiliensis, el cual es un hongo dimórfico que se desarrolla por gemación como una levadura en los tejidos y como una levadura o moho en un medio de cultivo. Este microorganismo puede ser reconocido tanto por su apariencia macroscópica como microscópica. En ocasiones se equivoca con Blastomyces dermatitidis.
Epidemiología
Las zonas endémicas son Brasil y otras áreas de Suramérica y México, pero su comportamiento larvado puede condicionar que el diagnóstico se haga muchos años luego de que el paciente se haya alejado de la zona endémica. El período de incubación fluctúa entre un mes y algunos años. El hongo se desarrolla de preferencia en selvas tropicales húmedas o subtropicales lluviosas, y la infección se obtiene al aspirar las esporas del medio ambiente, pero continúa sin quedar esclarecido el depósito de este microorganismo en la naturaleza.
Manifestaciones clínicas
Primeramente, la infección pulmonar provoca pequeños síntomas y puede pasar desapercibida. La propagación del hongo mediante la sangre hasta las mucosas de la boca, nariz y otras áreas hace que el enfermo recurra al doctor.
La clínica radica en ulceraciones que se han endurecido y lesiones granulomatosas de la boca, la laringe, la orofaringe y la nariz. Igualmente, hay adenomegalias con supuración, afecciones epidérmicas y de los genitales, aparte de tos productiva, reducción de peso, disnea y fiebre.
La radiografía de tórax puede revelar indicios de neumonía con focos esparcidos bilaterales, afecciones con nódulos y cavitación. En casos letales la infección se disemina a las glándulas suprarrenales, tubo digestivo y otros órganos.
Diagnóstico de la Micosis Profundas
Las muestras para laboratorio y los cortes histológicos pueden reconocer el microorganismo a través del examen directo y cultivos para determinar la micosis profundas. Los análisis serológicos, entre ellos la fijación del complemento y la inmunofluorescencia, contribuyen a ratificar el diagnóstico y a regular la reacción al tratamiento. La intradermorreacción con antígeno fúngico solamente presenta utilidad epidemiológica.
Tratamiento
Se suministra ketoconazol o itraconazol en porciones de 200 a 400 mg al día, por vía oral, a lo largo de un año. En casos severos se usa la anfotericina B por vía intravenosa, seguido de itraconazol.
Micosis profundas localizadas
Son las que se encuentran o predominan en un órgano o tejido anatómico determinado. las cuales comprenden Micetomas, Esporotricosis, Cromomicosis, Rinosporidiosis, Lobomicosis, tienen como puerta de entrada la piel y de allí pueden diseminarse al tejido celular sub-cutáneo, músculos, ganglios y huesos.
Dentro de este grupo también se encuentran las llamadas micosis oportunistas entre las cuales figuran Zigomicosis, Aspergilosis, Geotricosis, y Candidiasis sistémicas, que inciden en órganos internos de pacientes con el sistema inmunológico afectado por diversas causas como: Malignas, Tratamientos Inmunosupresores, Diabetes, Neoplasias, Desnutrición y H.I.V.
El diagnóstico exacto de una micosis se hace determinando la apariencia macroscópica del hongo por sus colonias, por sus figuras microscópicas y por sus caracteres fisiológicos; todas las técnicas usadas en Micología médica son realizadas con la finalidad de ver en las muestras y en los cultivos, las particularidades distintas de los diversos hongos patógenos y sus características inmunológicas.
Micosis superficiales y profundas
Como se ha señalado las micosis superficiales son las enfermedades micóticas que irrumpen únicamente en la capa más externa de la epidermis llamada la capa cornea. Dentro de estas micosis tenemos las tiñas, la pitiriasis versicolor y las candidiasis.
En cuanto a las micosis profundas se ha establecido que son aquellas que penetran atravesando la capa cornea de la piel, las cuales pueden impactar en vísceras. Entre ese tipo de micosis figuran histoplasmosis, blastomicosis micetoma, esporotricosis, cromomicosis, coccidioidomicosis, actinomicosis, paracoccidomicosis.
La diferencia más importante entre las micosis superficiales y profundas, es que en las superficiales, el hongo involucra sólo las estructuras epiteliales (capa córnea e infundíbulo) de la piel, de esta manera se presentan las infecciones en la piel por hongos de tiñas o dermatofitosis, pitiriasis versicolor, dermatitis seborreica, candidosis.
En cambio, en las micosis profundas, el hongo avanza hacia los tejidos y órganos subyacentes, desarrollándose enfermedades como micetoma, esporotricosis, cromomicosis.
Tratamiento para la Micosis Profundas
La evolución de la medicina, en algunos de sus campos, ha generado un incremento de las micosis profundas en los últimos años. Los adelantos en el tratamiento de pacientes graves por dificultades clínicas o quirúrgicas, el empleo de antimicrobianos de extenso espectro, de la alimentación parenteral y radioterapia en oncohematología.
La evolución de los trasplantes en general, la aparición del SIDA y la propagación de la drogadicción y sus consecuencias; han incrementado las infecciones oportunistas por microrganismos conocidos como el Aspergillus fumigatus y la Candida albicans.
Igualmente, se ha registrado un conjunto de hongos generadores de infecciones severas y potencialmente mortales, en enfermos inmunocomprometidos, como el Trichosporun beigelli, que anteriormente eran únicamente agentes causantes de cuadros dermatológicos leves, asimismo, especies de Alternaria, Candida krusei, Candida glabrata y las mucormicosis que se manifiestan como gérmenes resistentes a los antimicóticos actuales, sobre todo el anfotericina B (ANB).
Previo al año 1956 las micosis se atendían con yoduro de potasio oral, hasta que en ese mismo año surge el ANB parenteral (Fungizona, Squibb), con sus dificultades por toxicidad, principalmente renal. Luego de 1964 surgió la 5 flucitosina (5-FC) con un espectro clínico orientado frente algunas levaduras.
En la década de los años 70 surgieron los derivados azólicos; el miconazol (Daktarin, Janssen) y el ketoconazol fueron los primeros en estar a disposición; el fluconazol y el itraconazol figuran en la década del 80. Otros antifúngicos aparecen luego como las alilaminas.
Los antimicóticos conforman actualmente un pequeño grupo, siendo las tres agrupaciones principales de fármacos antifúngicos los polienos, los azoles y las alilaminas.
GR8!